el cambio y la celebración.
"Amar es lo que me impide amar con rutina. Porque
cuando amo me doy demasiada cuenta de
lo que estoy sintiendo, ya que siempre vuelvo a enamorarme
con aquella intensidad profética de la
adolescencia. (...) Vivir es lo que me inhibe vivir con despreocupación,
porque yo vivo todo con un exceso de sensaciones."
- Zoé Valdés, Café Nostalgia.
Este tiempo he hecho temblar a mi familia y amigos con mi determinante decisión de matarme algún ciento de neuronas, lo he manejado como placebo contra la realidad y ha funcionado de maravilla.
En todos esos trances en los que me desprendo de mi yo racional y me vuelvo frágil como telita, me arde el alma y extraño a los antiguos habitantes de mi corazón, necesito el tacto y el candor de piel, me dejo llevar por la música, me dejo llevar por la memoria. Siento el amor invadirme y tengo el apuro de entregarlo a brazos de alguien que lo sepa soportar.
Quisiera profundizar en ello, porque he tenido muy buenas ideas para escribir en el momento en que pierdo el control de mi cuerpo y amanezco lejos de casa.
¡Qué injusto es perder la memoria! Mejor dicho, que injusto es que pese tanto el pasado cruel y el gratificante se esfume.
Como cuando me llené de amor y exploté en algún momento de este año veinte.
Clavé mis uñas en carne blanda porque anhelaba su historia, todos sus altibajos y las razones de sus heridas; contra mis expectativas, de su boca emergió su dolor y le compartí a medias el mío. Después se alejó porque él también es Salamandra y es escurridizo. Pero me prometí no escribir demasiado de ello…
Entonces me encuentro sentada en mi habitación y me pregunto si las cosas ocurrieron o las inventé, si lo que siento es real o sigo influida por el hostil placebo, por el amor artificial.
He crecido libre como enredadera y creo en nada salvo la felicidad, así que sonrío y confío en el amor perpetuo que me nace diario en el pecho. Aquí en esta casa se vive al día, se ama al día y se muere al día. Tú lo sabes.
Las personas que vienen a bailar y se van para volver jamás, las creencias, los nombres y el dolor, la imagen del cuerpo pálido que pensé nunca olvidar, la estabilidad, los años: todo lo que se va como ceniza y nosotros los de entonces, ya no somos los mismos.
Y también lo que parece eterno: los cadáveres de insectos, las fotografías de infancia, el amor de hombre, los colores de tatuaje, el frío en los huesos, el placer del llanto.
La vida es oposición y cambio constante, no puede uno quedarse a descansar un ratito...
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