Amalteo

octubre 09, 2015 0 Comments A+ a-


Antes de que te fueras quería decirte que tienes los ojos bonitos y que algún día de los que nos matamos brillaban con la luz del ventanal de mi casa.
Te llevaste un tabaco a los labios y dijiste que no ibas a fumar ya; lo encendiste y jalaste el humo y exhalaste mi esencia. Me dolió, por supuesto, pero estaba un poquito atolondrada con la extraña luminiscencia de tu aura: ironía pura.
Porque eres de las personas que me rondan el cerebro, el peor peor, peor con ganas; hasta me refiero a ti en las conversaciones como "El Malo" para diferenciarte de los que traen tu mismo nombre.
Ha de ser por la calidad y amor con que te desplazas, pero el infortunio y egoísmo radical que te acompaña.
Yo no sé, pero total que me acurruqué y te acaricié el cabello porque no me quedaba más que vivir y porque me dio frío y pensé que a ti también.
Me quedé dormida —tú hasta dormido eres malo — y soñé que era un árbol de jacarandas, que son los que más lloran. Soñé que las hormigas subían por mi y me danzaban, estaba el cielo nublado y yo era tan alta que miraba todo lo que ocurría en mi parque.
Si me dormí una hora o diez años no lo sé, pero desperté llorando de alegría como dice José Alfredo —ese nombre me gusta mucho, casi tanto como el tuyo— porque estabas calientito como consomé y hasta sentí que me querías mucho.
Me gusta que tu corazón y el mío estén pegaditos y que me hables de tu existencia, te hubiera querido quitar la melancolía a besos, pero buscaste tus zapatos y acomodaste tu camisa: te vas y me queda una espinita en el corazón y siento refeo, me aguanto con la fuerza con que tolero saber que a ti te gusta la lluvia para abrazar tus memorias.
Te vas y ni me dices "adióstequiero", ni "adiósteodio" ni nada.
Te escondes y apareces inmediato y radiante como si jamás te extinguieras, brillas tanto que me lastima y te digo, oye, esperáme, necesito tantito alcohol o algún brebaje de los que acostumbras para que tus palabras me resbalen el cerebro y saber comprenderlas sin que me aniquilen.
De todas formas me alegra que hayas decidido regresar después de la tormenta que provoque. Porque traigo tu piel pálida memorizada en las yemas de los dedos, y tu aroma en la nariz: hueles a familiar y a hogar, a común y a vida real.
No sé por qué, si no eres nada de eso.

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