Así me nació la conciencia

Puro leer, puro librito, pura guitarrita, puro cafecito en la calle, pura bohemia y filosofía y política y puro hacer lo que se le da la gana.


¿Con qué pago? Sí tengo nada.
¿Con qué me aseguro?
¿Con qué me apoyo?
Sí tengo nada.
No tengo dinero que emerja de mi sudor, pertenencias materiales que sean tan pertenecientes como mis veinte uñas.
No tengo familia ni seres cercanos, individuos únicos que son tan individuales que termino por ser ajena hasta para mis consanguíneos.
No tengo cuerpo, ni piel ni vísceras, soy hija de la tierra, tan terrestre que un día voy a podrirme o a ceniza volverme.
Tengo espíritu candente, que todavía no sé si está entre mi carne, translucido, pálido, o si es un apartado en mi cerebro que entonces tampoco me pertenece.
Estoy hecha de lo etéreo y de lo empírico.
Y como soy de la escuela del hedonismo, soy pluma al viento y mi vida se mueve al compás de mi cabello que suicidé. Todo está vivo en mí.
Fuego eternamente viviente, que se enciende según medidas y se apaga según medidas.
Se esparce y recoge, avanza y retrocede.
Me llamo Revolución.
Me llamo Cambio.
Me llamo Inconforme.
Me llamo Inquietud.
Me llamo Curiosidad.
No me abrumo, ni que fuera yo para siempre.
Viviendo la muerte, muriendo la vida.
Mitad y mitad. Mitad pagana y mágica, llena de idolatrías. Mitad masculina y femenina, mitad libre y activa y valerosa, conquistadora, aventurera, pedagógica. Y la otra mitad de noche, de luna, de agua y de sumisión, obscura y receptiva, fecunda, dormida, cíclica. Y loca, y húmeda y pasiva. Pasiva raíz, pasiva leche, pasiva tumba.