SANGRE Y ARENA

agosto 14, 2017 0 Comments A+ a-

"Lo triste es este llanto, amigos, hecho de vidrio molido y fúnebres gardenias despedazadas en el umbral de las cantinas,
llanto y sudor molidos, en que hombres desnudos, con sólo negra barba
y feas manos de miel se bañan sin angustia, sin tristeza:
llanto ebrio, lágrimas de claveles, de tabernas enmohecidas,
de la muchacha que se embriaga sin tedio ni pesadumbre,
de la muchacha que una noche —y era una santa noche—
me entregara su corazón derretido,
sus manos de agua caliente, césped, seda,
sus pensamientos tan parecidos a pájaros muertos,
sus torpes arrebatos de ternura,
su boca que sabía a taza mordida por dientes de borrachos,
su pecho suave como una mejilla con fiebre,
y sus brazos y piernas con tatuajes,
y su naciente tuberculosis, "

~La muchacha ebria, Huerta, E.

Me pasé buena parte de esta mitad de año deseando volver el tiempo a determinados momentos en que realmente arruiné todo-todo. Estaba sumergida en una ansiedad absoluta, a la expectativa de lo que pudiera pasar en el futuro y deseando con todo el corazón arreglar lo que había destruido.
Cada tercer día despertaba pensando en que ahora si todo se iba a poner bien. Pero sólo empeoraba y me vi en un vórtex de problema tras problema que ahora ya ni regresando el tiempo podría evitar.

Pero la verdad es que mentiría si dijera que eso me deprime, que yo persigo la paz. En el momento en que me encuentro tranquila en algún sitio, procuro destruir todo (¡claro que es involuntario!) y meterme en tantos problemas como sea posible. No puedo vivir sin llevar al máximo cualquier cosa que me toque.

Me encuentro viajando a la escuela sin dinero, porque me gasté todo en un arranque violento de amor instantáneo que, desde que llegó, ha tenido las características absolutas de las situaciones meramente imposibles que tanto me encantan. Los ojos con fulgor apagado.

Me encuentro sentada en esta silla, en la parte más alta de mi casa. Siento que no me va a alcanzar a sostener porque yo me estoy desbordando de pasión. Jajaja, ya ni puedo hablar ¿por qué estoy aquí?

Me encuentro furiosa, mirándote ahí sentado, solo, picándole no sé qué a tu teléfono. ¿Te acuerdas cuándo tu soledad y la mía eran la misma? Y yo que pensé ingenua que iba a verte todos los días, y yo que pensé ingenua que no iba a volver a verte jamás. Ahora ya no sé si te acuerdas de mi nombre o lo que te conté ese viernes que nos escapamos. Yo no me acuerdo cómo sonaba tu voz o qué forma tenían tus ojos, pero recuerdo tus memorias como si fueran mías. Me dolió mucho. A veces aún. Qué poca madre tienes.

Me encuentro confundida mirando a todos bailando, mi nariz está sangrando de nuevo, ya ahora si voy a comer bien. Me encanta como se siente la música tan fuerte vibrando en mi carne. Hace tres días me dijeron que soy excepcional y que tengo un buen futuro asegurado. Me da risa pensar en eso cuando me dan las crisis de ansiedad y me mastico todos los dedos.

Me encuentro desesperada pensando en que ojalá ya me perdone, porque ya no puedo aguantar el karma tan pesado de lo que hice. A veces siento que ya lo cubrí, pero luego ando jodida de nuevo y sólo puedo pensar en que la vida me la va a cobrar siempre. Tal vez el mal karma no me deje porque en realidad no estoy arrepentida de nada…

Y ya no sé decir si soy tan buena como dicen unos cuando hablan de las dos carreras o tan mala como dicen otros que me han visto extraviada. Yo quisiera ponerme en un punto medio, ¿vale? Podría haber continuado con esos tiempos autodestrucción como también podría haber ido a la escuela y obtenido un mucho mejor promedio. Pero pues no sé por qué me gusta tanto destruir todo, lo bueno y lo malo.

Le digo a mi papá, ay mira, no puedo dejar de hacer todas estas cosas que no me llevan a nada, no puedo dejar de depositar toda mi atención en causas perdidas.
Pero mi papá con calma me dice que allá en Veracruz, se ponían a jugar con los alacranes. A picarlos con un palito para que se enojaran y quisieran atacar. Pero ya los conocían, ya sabían cómo se movían y cómo evitar que les fueran a picar.
No se trata de no jugar con alacranes, dice, no’más de no dejarse picar.



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