Impresiones decembrinas sobre el hombre que desciende y respira en el interior de mi pensamiento.
"Yo solía pensar que era la persona más extraña en el mundo, pero luego pensé: 'hay mucha gente así en el mundo, tiene que haber alguien como yo, que se sienta bizarra y dañada de la misma forma en que yo me siento'. Me lo imagino, e imagino que también debe estar por ahí pensando en mí.
Bueno, yo espero que si tú estás por ahí y lees esto sepas que, sí, es verdad, yo estoy aquí, soy tan extraña como tú."
~ Frida Kahlo
¿Cuándo pierde sentido lo real sino a las tres de la madrugada, con música de delirio y una ausencia que se confunde con ansiedad?.
Falta que me hace el músico con baquetas de avellana cosidas en las mangas.
Dicen que soy una mujer hecha de pasión y esa misma irreflexiva pasión, desemboca entera sus brazos, de donde me siento endémica.
Que aunque el recuerdo me calma la inquietud, no me apaga el ardor del menester de su cuerpo aquí juntito al mío, de su locura extrovertida y luminosa aquí junto a mi locura retraída y silenciosa.
Con manteca de fresa me calmo los labios secos que el frío violento de la temporada quiebra cada que gusta y con mucho suéter innecesario la carencia de su pecho tibio.
No sé si vaya yo a acabar de sentirme conforme con lo que escriba, no sé si vaya yo a lograr expresar la electricidad azul que me baila la vertebra con el entusiasmo y certeza que me provoca saberlo entusiasta y certero. Electricidad azul laguna, para fundir su cuerpo rojo infierno.
Espero que tenga él idea de la magnitud de lo que siento, porque no sé yo jamás cómo expresarlo, me termina la lengua hecha maraña.
Lo quiero mil novecientos noventa y cuatro canciones, quinientos corazones desaparecidos, diez libros de la porrúa, doce mil barcos de papel, mil novecientos noventa y cinco palitos de azúcar.
Pa' fácil: lo adoro con toda una Paulina de pasión.
Hombre de voz de potencia, que se roba mi corazón siempre dolorido, mi cerebro enmarañado y mi cuerpo lánguido, ¡que se los quede, caray! Así me estremece la melancolía y la aparta, me quita la cara mórbida de muerta en vida y me trae el alma al cuerpo, y entonces, donde me pare yo y lo mencione o recuerde, amanece con mi fulgor de niña feliz.
Ha de ser que yo ya le conocía desde antes. Le conocía sin conocerle; sin saber de su existencia, pero sabiendo que andábamos para encontrarnos, porque estoy segura que de una mirada así ya había escrito o imaginado o soñado yo.
Que se quede quietecito, aquí conmigo, que yo lo cuido, yo lo procuro; que me llene de besos y me cante boleros, que me disculpe por ser yo tan bruta de no saber hablar y no saber enterarlo de cuánto y cómo lo amo, que le prometo escribirle todo eso que no sepa yo decirle.
¿Qué opinas?