Glory & Gore
Me gusta y sé. Sé porque me gusta.
Recuperé mi libreta de español de tercero de secundaria; leer lo que escribía entonces me partió el corazón.
No precisamente porque en cada historia que escribía se moría medio elenco o estaba repleto de palabras como 'decadencia', 'desolación', 'psicosis', 'vísceras', 'melancolía'; sino porque ¡caray! realmente no escribía tan mal.
Fue aquella mi época donde estuve concentrada en cuentitos fugaces en hojas arrancadas del cuaderno de Luis Alberto con la intención de agradar a nadie y no en contar mi hipocondríaca desgracia en un blog cuidando de no mencionar lo que 'más de lo que debo'.
Siempre he tenido este matiz gris en toda texto que emerge de mí; en ocasiones algo de carmesí.
Yo creo que me voy a tener que empezar a creer que soy escritora.
Decía yo que no, no puedo serlo porque jamás he tomado ni siquiera el curso más mínimo de redacción; pero si algo he aprendido de Friducha en este tiempo que he estado metiendo la nariz en sus textos, es que no se necesita más que tener ganas y coraje pa' hacer las cosas bien.
La pintora mexicana más cotizada de México no tomó clases de pintura jamás.
No estoy justificando mi desidia al no tomar clases, estoy intentando hacerme creer a mi misma (¿asegurarme a mi misma?) que no soy tan inútil y le agarro la onda aunque sea poquito a todo esto de la escritura. Hasta una vez fui la escritora favorita de alguien, no puedo ser tan perdedora.
Mi error ha sido esperar agradar, supongo; pero me agrado a mi misma y escribo lo que me gustaría leer.
No he dejado del todo la narrativa, tengo una historia inconclusa que escribo cada que me aterrizan ideas.
Escribo poquito porque a las dos últimas cosas importantes que me han ocurrido quiero dedicarles una entrada completa a cada una: los libros de fin de año y las costras de colores de mi espalda.
Aunque ésta entrada esté pinche, escribirla me hizo tranquilizar.
No pretendo ya continuar con el mismo orden y diseño de las entradas pasadas.
No quiero hacer de nuevo las mismas cosas en que he fracasado antes, sólo quiero comenzar de nuevo.
Fue aquella mi época donde estuve concentrada en cuentitos fugaces en hojas arrancadas del cuaderno de Luis Alberto con la intención de agradar a nadie y no en contar mi hipocondríaca desgracia en un blog cuidando de no mencionar lo que 'más de lo que debo'.
Siempre he tenido este matiz gris en toda texto que emerge de mí; en ocasiones algo de carmesí.
Yo creo que me voy a tener que empezar a creer que soy escritora.
Decía yo que no, no puedo serlo porque jamás he tomado ni siquiera el curso más mínimo de redacción; pero si algo he aprendido de Friducha en este tiempo que he estado metiendo la nariz en sus textos, es que no se necesita más que tener ganas y coraje pa' hacer las cosas bien.
La pintora mexicana más cotizada de México no tomó clases de pintura jamás.
No estoy justificando mi desidia al no tomar clases, estoy intentando hacerme creer a mi misma (¿asegurarme a mi misma?) que no soy tan inútil y le agarro la onda aunque sea poquito a todo esto de la escritura. Hasta una vez fui la escritora favorita de alguien, no puedo ser tan perdedora.
Mi error ha sido esperar agradar, supongo; pero me agrado a mi misma y escribo lo que me gustaría leer.
No he dejado del todo la narrativa, tengo una historia inconclusa que escribo cada que me aterrizan ideas.
Escribo poquito porque a las dos últimas cosas importantes que me han ocurrido quiero dedicarles una entrada completa a cada una: los libros de fin de año y las costras de colores de mi espalda.
Aunque ésta entrada esté pinche, escribirla me hizo tranquilizar.
No pretendo ya continuar con el mismo orden y diseño de las entradas pasadas.
No quiero hacer de nuevo las mismas cosas en que he fracasado antes, sólo quiero comenzar de nuevo.
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